Tradicionalmente, se consideraba que una persona con hepatitis viral aguda tenía estrictamente prohibido realizar cualquier tipo de actividad física. Esta recomendación en los últimos años ha caído en desuso. Los trabajos de Rephser y Frreborn observaron que la actividad física en personas con hepatitis viral crónica no influía en la aparición de complicaciones y además reducía el tiempo de convalescencia. Otro estudio, el de Ritland, comprobó que el ejercicio físico no producía cambios significativos en las enzimas hepáticas, pero sí que generaba una mejora en el consumo de oxígeno, aumentando así la capacidad física. La investigación de Nicole Cutler demuestra que la actividad física hace aumentar la actividad del fluido linfático, que es el encargado de recoger las toxinas generadas por el metabolismo de nuestras células. A diferencia del sistema cardiocirculatorio, el sistema linfático no tiene una bomba que haga movilizar el fluido linfático, así que para activar dicha circulación necesita la ayuda de la musculatura esquelética. Por tanto, con la actividad física podemos ayudar a nuestras células hepáticas a eliminar las toxinas. El ejercicio físico también beneficia la mente, hace ser más optimista y aumenta la autoestima. Antes de iniciar cualquier actividad física se recomienda que informe a su médico, para que valore la situación y le asesore sobre qué actividades físicas son las idóneas para usted. Además, es aconsejable que de manera periódica se realice revisiones médicas para conocer la evolución. El ejercicio físico que se propone tiene que ser acorde a las propias condiciones físicas, de baja intensidad y aeróbico. A continuación se adjunta una tabla con recomendaciones de tipo general, sin tener en cuenta las particularidades de cada uno.
Debats
Encara no hi ha cap comentari.